Es cierto, todo giraba entorno a ellas, lo sabían, pero sin mal ambiente entre todos los que conformaban el circo. Mañana la roulotte saldría en busca de nuevos escenarios y las dos tenían claro que el cable y el trapecio no iban a quedarse en tierra, esto es el circo, amigos. Ellas venden. Pero no sólo eso, ellas hacen respirar al circo, lo tenían claro. Por eso aquel toque de atención a los circenses de la dueña-que-no-manda lo recibieron como un halago, pero también como un intento de ella de querer ser-ahí sin saber que no se puede entender nada si no se prepara el acontecimiento. Se vive. Quizá nunca llegue, pero hay que estar preparados.
Le dijimos a los demás que no ataran los hatillos y se fueran. Eran necesarios, los necesitábamos a todos. No se puede montar un circo con una colgada y una triste que no quiere cables, tampoco sin una mano firme que ponga orden, o que desordene, más bien (sigue sin saber nada). Estamos todos en el mismo barco y hemos de llevar el circo adelante, con la ayuda de todos los circenses.
Tenemos más espectadores que el resto, no lo negamos, pero sabemos que sin aire no se puede vivir.
Sí, nosotras somos las elegidas, nos gusta, además, pero no queremos estar solas en esto.