Llegó Junio y, en el circo, todos decían los mismo, los chavales no vendrán, eran días raros. "Los mayores sólo traerán a niños que nunca podrán entender el riesgo; siempre van a querer ver la caída como en las pelis, pensando que el golpe no es de verdad". Los miembros del circo iban locos; querían maquillarse pero no tenían muy claro para qué.
Llegó la dueña y puso orden. "La Funambulista, a preparar el gran número, Agosto ya está aquí", "La Trapecista, lo mismo. Pensad el próximo número y ved que hacéis. Combinad". "Del Prestidigitador espero nuevos números". "Payasos, preparaos para rellenar entre acto y acto, pero sin números tristes. Hemos de evitar que se note el cambio entre funciones". "Acróbatas y malabaristas, más de lo mismo. Ellas son las que han de brillar". "No quiero tener que acabar vendiendo el circo".
La última frase fue la que más dolió, el resto sólo eran órdenes.
Llegó la dueña y puso orden. "La Funambulista, a preparar el gran número, Agosto ya está aquí", "La Trapecista, lo mismo. Pensad el próximo número y ved que hacéis. Combinad". "Del Prestidigitador espero nuevos números". "Payasos, preparaos para rellenar entre acto y acto, pero sin números tristes. Hemos de evitar que se note el cambio entre funciones". "Acróbatas y malabaristas, más de lo mismo. Ellas son las que han de brillar". "No quiero tener que acabar vendiendo el circo".
La última frase fue la que más dolió, el resto sólo eran órdenes.
El domador de fieras se encontraba en el círculo oscuro. Era el centro del circo pero nadie lo veia. Los focos iluminaban el trapecio, resaltaban los saltos imposibles de la trapecista y atraían la atención del poco público que se reunía en el patio de butacas. Se acercaba el verano y no era tiempo de circo, los niños preferían el agua, los parques de atracciones y el cine. En realidad no era tiempo de circo en general, demasiados competidores.
ResponderEliminarPero el domador de fieras estaba allí, viendo sin ser visto, observando atento sin ser observado, resguardado por una oscuridad provocada que permitía preparar la jaula sin mostrar la tramoya. Él ya estaba dentro, siempre estaba dentro, porque el montaje implicaba su presencia previa. Las fieras vendrían después, poco a poco, exasperantes, medio dormidas.
Desde el interior de la jaula observaba claramente la red sobre su cabeza. La trapecista se disponía al triple salto mortal, los tambores redoblaban, ella tomaba aire, él retenía la respiración... Ale hop. Un salto perfecto, una red inútil, un sufrimiento desesperante.
Las fieras esperaban en sus jaulas, él esperaba entre rejas. ¿Quién era la fiera? ¿Quién estaba medio dormido?
El número de la trapecista había terminado, saludos y aplausos, reverencias y sonrisas fingidas. Los focos se disponían a iluminar la jaula y yo, el domador de fieras, siempre estaba dentro. Las fieras estaban fuera.
Preparado...
Actualizarse o morir. Quizá lo que necesita el Domador es reciclarse, aires nuevos, dejar fieras y jaulas. Igual así consigue atraer de nuevo los focos. Quién sabe, igual así despertaba.
ResponderEliminarM.
The show must go on.
ResponderEliminarPerò en aquest circ estan tots bojos?
EliminarPerò encara ho dubtaves? Clar que sí, en no res m'ho munte en papers i tot. Funambulista, trapezista, prestidigitador, pallasso, domador... Sobren els animals, però no pots demanar més. Estem obrint les pistes, en poc de temps, "el mayor espectáculo del mundo".
ResponderEliminarTemps al temps. Gràcies per la visita! Bes!
M.