Estaban convencidas. Llegaron a la misma conclusión las dos. El circo aumentaba, pero todo giraba entorno a ellas. Todos venían a ver su espectáculo, y de paso al resto.
Querían potenciar sus números, nuevas acrobacias con cable y trapecio. Se devanaron los sesos buscando qué modificar. El Prestidigitador avisaba que no iba a estar, el resentimiento del Payaso triste no era motivo para parar. El Domador debía salir del circo, siempre dijimos que no queríamos animales-fieras en estas pistas. El Mago no terminaba de funcionar.
Necesitaban remodelar la plantilla. Gente que no fuera a mirarlas desde abajo, esperando, con miedo. Todos ellos habían levantado la cabeza para ver lo que, se suponía, era una rutina; hacer lo que se sabe hacer, cada noche. No lo entendían, todo estaba controlado, el cable y el trapecio.
No obstante, el Prestidigitador pensaba que las engañaba, el Payaso que nunca lo verían y el Domador las miraba desde una jaula que creía su cárcel. Ellas sólo pretendían mostrar lo que podían hacer, sin juicios ni espectadores.
Mirar desde abajo nunca muestra lo que pasa antes de saltar a la red o el trapecio. Sólo es esperar. Todos ellos hablaban de su miedo, nunca pensaron en los suyos. No las querían ver caer, pero tampoco pensaron en lo que un fino cable supone. Tampoco lo que puede ser olvidarse del público, lo que es hacer lo que se quiera cuando se preste el momento.
Señores circenses, relax. No sabotearán sus respectivas actuaciones, que no se vaya el Prestidigitador y que el Payaso recobre su nombre. Del Domador sólo dirán que tenga a sus fieras más que bien cuidadas, que se cuide también.
El resto de circenses también son bienvenidos. Todo lo que sea quitar protagonismo a la Funambulista y a la Trapecista, que no se empeñen en mirarlas desde abajo, es una novedad.
Miradlas a los ojos. Que os dejen. Es la única premisa.
Querían potenciar sus números, nuevas acrobacias con cable y trapecio. Se devanaron los sesos buscando qué modificar. El Prestidigitador avisaba que no iba a estar, el resentimiento del Payaso triste no era motivo para parar. El Domador debía salir del circo, siempre dijimos que no queríamos animales-fieras en estas pistas. El Mago no terminaba de funcionar.
Necesitaban remodelar la plantilla. Gente que no fuera a mirarlas desde abajo, esperando, con miedo. Todos ellos habían levantado la cabeza para ver lo que, se suponía, era una rutina; hacer lo que se sabe hacer, cada noche. No lo entendían, todo estaba controlado, el cable y el trapecio.
No obstante, el Prestidigitador pensaba que las engañaba, el Payaso que nunca lo verían y el Domador las miraba desde una jaula que creía su cárcel. Ellas sólo pretendían mostrar lo que podían hacer, sin juicios ni espectadores.
Mirar desde abajo nunca muestra lo que pasa antes de saltar a la red o el trapecio. Sólo es esperar. Todos ellos hablaban de su miedo, nunca pensaron en los suyos. No las querían ver caer, pero tampoco pensaron en lo que un fino cable supone. Tampoco lo que puede ser olvidarse del público, lo que es hacer lo que se quiera cuando se preste el momento.
Señores circenses, relax. No sabotearán sus respectivas actuaciones, que no se vaya el Prestidigitador y que el Payaso recobre su nombre. Del Domador sólo dirán que tenga a sus fieras más que bien cuidadas, que se cuide también.
El resto de circenses también son bienvenidos. Todo lo que sea quitar protagonismo a la Funambulista y a la Trapecista, que no se empeñen en mirarlas desde abajo, es una novedad.
Miradlas a los ojos. Que os dejen. Es la única premisa.
El motorista fantasma llegó como se había ido, sin avisar y silenciosamente. Aquella mañana lo vi hurgando en su moto, trabajando en la estructura de metal en la que realiza su espectáculo y, de repente, todas supimos que ese dia la función seria especial, que llenaríamos el circo, aunque nunca supiéramos como se corría la voz entre el público de la ciudad.
ResponderEliminarA veces sabemos que ha vuelto porque la dueña empieza a cantar, le cambia el humor y nos saluda los buenos dias como si nada. Nadie entiende cómo le permite la dueña ese ir y venir caprichoso e imprevisible. Pero no sólo se lo permite, casi se lo agradece de manera exagerada.
También es cierto que los dias que el motorista fantasma sale al círculo el circo está lleno y el público contiene la respiración como en las grandes ocasiones. Vueltas y vueltas, piruetas, saltos en el aire y cabriolas imposibles y peligrosas. El motorista se juega la vida sin ningún miedo, como si la muerte no fuera con él, y el público lo observa expectante y agradecido.
Nosotras y el resto de circenses nos sentimos desplazadas, algunos le odian, otros le envidian y aún hay quien le agradece que acapare toda la atención para poder relajar su actuación.
El motorista saluda como si nada y nos mira a los ojos con una sinceridad que nos sorprende, porque todas conocemos los chismes que sobre él se cuentan; que tiene una doble vida, que està casado y tiene mujer e hijos, que trabaja de administrativo en una sucursal bancaria... Pero su mirada despreocupada y directa nos hace olvidar todas esas cosas. Él es el motorista fantasma y hoy actúa en nuestro circo, vamos a aprovechar el momento; el circo lleno, la dueña amable, la tensión contenida. Mañana no sabemos qué hará, ni nos importa, únicamente esperaremos el dia en que vuelva al circo.
Por fin alguien que las mira a los ojos, que sabe lo que son las alturas. No me gusta que sea La Chica Para Todo la que chismorree. Primera mujer que sale en los comentarios y es para contar los chismes sobre no sé quién. Las chicas del circo no son así. No las de éste. Ellas son las que mantienen el circo vivo; más allá de la jefa que, a fin de cuentas, no se entera de nada.
ResponderEliminarEstá bien que el Motorista Fantasma venga y vaya. Sorprender al público siempre es lo primero. Primera lección: Sorpresa!
El Motorista, por lo visto, tiene privilegios, los demás circenses lo envidian. Que no se confíe, el espectáculo debe continuar. Hasta ahora el público ha respondido, pero quién sabe.
Está bien ver que aún queda gente que no se asusta, que comparte el miedo al cable, o al aro de fuego, vaya. No obstante, esa sensación de superioridad y de tener al mundo contento con su sola presencia no vale, hay que trabajarlo. Como lo hacemos todas.
No importa la doble vida del Motorista, todos la tenemos. Al bajarnos del cable o el trapecio tampoco nadie sabe dónde vamos, lo que hacemos. Nosotros y las circunstancias que dijo alguien. No se trata de aparecer en el circo como si ayer no hubiera pasado nada. Tampoco pretender levantarlo como si dependiera de uno.
Supongo que es querer ser artista y que los demás lo aprecien. De momento, al Motorista le iba bien, el público respondía y la jefa cantaba cuando el aparecía. Debía mantener el ritmo.