sábado, 5 de julio de 2014

Ausencias

Sus ausencias nunca duraban más de un segundo. Sólo eran susto, sólo un no-volver-a-la-realidad, el tiempo suficiente para que el susto llegara. Nunca explicaba qué significaban, pero decía mucho con aquellas no-palabras.

Suponía la Trapecista que eran los momentos en los que la Funambulista buscaba una realidad inventada, que nunca tendría sentido. No lo buscaba tampoco, le comentó. Iba a disfrutar con los ojos cerrados, con el cable cerca pero sin red, tampoco nos pasemos. Ella había nacido para el Circo y había ciertos límites que no estaba dispuesta a sobrepasar.

No se iba a dejar engañar, tonta tampoco era. Los ojos cerrados sólo se mantendrían mientras ella quisiera; el resto del Circo sólo le iba a servir de consuelo cuando llegara la caída. Porque sabía que llegaría, no había más opción. Por eso escribía, siempre supo decir más escribiendo que hablando; tampoco sabía manejar unos ojos mirándole de cerca.

No, amigos, la Trapecista estaba convencida de que la Funambulista no aguantaría ningún cable sin su previa supervisión; sabría qué hacer y cómo manejarlo. Por ese lado estaba tranquila. Lo que realmente le preocupaba eran aquellas ausencias, aquellos momentos en los que no estaba y volvía como si nada. Cuando todos aplaudían y ella no sabía por qué.








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