Sus ausencias nunca duraban más de un segundo. Sólo eran susto, sólo un no-volver-a-la-realidad, el tiempo suficiente para que el susto llegara. Nunca explicaba qué significaban, pero decía mucho con aquellas no-palabras.
Suponía la Trapecista que eran los momentos en los que la Funambulista buscaba una realidad inventada, que nunca tendría sentido. No lo buscaba tampoco, le comentó. Iba a disfrutar con los ojos cerrados, con el cable cerca pero sin red, tampoco nos pasemos. Ella había nacido para el Circo y había ciertos límites que no estaba dispuesta a sobrepasar.
No se iba a dejar engañar, tonta tampoco era. Los ojos cerrados sólo se mantendrían mientras ella quisiera; el resto del Circo sólo le iba a servir de consuelo cuando llegara la caída. Porque sabía que llegaría, no había más opción. Por eso escribía, siempre supo decir más escribiendo que hablando; tampoco sabía manejar unos ojos mirándole de cerca.
No, amigos, la Trapecista estaba convencida de que la Funambulista no aguantaría ningún cable sin su previa supervisión; sabría qué hacer y cómo manejarlo. Por ese lado estaba tranquila. Lo que realmente le preocupaba eran aquellas ausencias, aquellos momentos en los que no estaba y volvía como si nada. Cuando todos aplaudían y ella no sabía por qué.
Suponía la Trapecista que eran los momentos en los que la Funambulista buscaba una realidad inventada, que nunca tendría sentido. No lo buscaba tampoco, le comentó. Iba a disfrutar con los ojos cerrados, con el cable cerca pero sin red, tampoco nos pasemos. Ella había nacido para el Circo y había ciertos límites que no estaba dispuesta a sobrepasar.
No se iba a dejar engañar, tonta tampoco era. Los ojos cerrados sólo se mantendrían mientras ella quisiera; el resto del Circo sólo le iba a servir de consuelo cuando llegara la caída. Porque sabía que llegaría, no había más opción. Por eso escribía, siempre supo decir más escribiendo que hablando; tampoco sabía manejar unos ojos mirándole de cerca.
No, amigos, la Trapecista estaba convencida de que la Funambulista no aguantaría ningún cable sin su previa supervisión; sabría qué hacer y cómo manejarlo. Por ese lado estaba tranquila. Lo que realmente le preocupaba eran aquellas ausencias, aquellos momentos en los que no estaba y volvía como si nada. Cuando todos aplaudían y ella no sabía por qué.
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