Las dos tenían muy claro cuál era el siguiente número. Ahora que sus dos espectáculos estaban unidos, sólo había una salida. Mientras una hacía contener el aliento desde el cable, ése que siempre había estado preparado para ella, la otra tenía las telas dispuestas para prepararle el camino hasta el suelo.
Ya no había líos entre la Funambulista y la Trapecista, el objetivo estaba claro. Ahora una arriba, después, la otra recogía los restos del espectáculo. Estaban compenetradas, una se dejaba llevar por el cable y la otra controlaría la posible caída.
Las dos iban en la misma dirección, aquello sí que fue un cambio; no importaba la escena: una playa, una carpa de circo o un hotel. Ambas sabían cómo rescatarse al terminar la función. Tampoco tenían otra salida.
La compenetración de las dos chicas se hacía notar en el circo. Se respiraba una paz y una serenidad extraña, pero gratificante. El ilusionista ejecutaba sus trucos sin inmutarse, el payaso cojo hacía reir con sus lamentos e incluso el pompero consiguió una burbuja gigantesca que duró una eternidad entre un público absorto.
ResponderEliminarSí, todo fluía en el circo, y aunque sabía que era pasajero, yo contenía la respiración a la espera del gran momento, si llegaba.
Que era... ¿Cuál?
ResponderEliminar