lunes, 26 de marzo de 2012

Puertas

Llamó a la puerta, una vez, dos. No obtuvo respuesta, pero volvió a insistir una última vez antes de darse por vencida. Esperó algunos segundos con la típica pose del que espera que una puerta se abra y lo reciba una cara amiga: cambio del peso de un pie al otro, colocarse el pelo, asomarse a la mirilla como si se pudiera ver el otro lado de la puerta. Finalmente, desistió y se marchó.

Había ido en busca de un tiempo que ya le resultaba lejano y extraño; intentando arañar algunos minutos de un pasado que no recordaba más feliz que cualquier otro tiempo, pero sí con cierta alegría y nostalgia. No sabía qué esperar si la puerta se abriera, cuál sería su reacción al tener enfrente algo ya casi olvidado.

Únicamente trataba de volver a tener entre las manos algún instante que últimamente se empeñaba en revivir. Quería saber si había sucedido, si no lo había soñado únicamente.

No obstante, no hubo respuesta, no se abrió aquella puerta ni nadie la recibió con una sonrisa y un cálido abrazo. Sólo una puerta blindada, lacada en blanco, con el pomo plateado en el que se veía reflejada del revés hasta que no aguantó más y se marchó. Ella no lo vio, pero se podía seguir su reflejo, cada vez más pequeño, cuando se hartó de esperar, dio media vuelta y se marchó.

Quizá sea cierto y el pasado no vuelve, que las puertas cerradas no volverán a abrirse con llaves que, hace mucho, se tiraron al fondo del mar. Tal vez lo que ya pasó, pasó, que cuando las flores se hielan en invierno, no florecen de nuevo la siguiente primavera. De todas formas, necesitaba saberlo de primera mano, necesitaba ver cómo aquella puerta no se abría, desoyendo sus llamadas.

Sí, salió de aquel patio con el estómago encogido y las lágrimas esperando su turno en los ojos, pero con la sensación de haber intentado hacer, por última vez, todo lo que estaba en su mano por recuperar un tiempo que, ahora sí, definitivamente sabía muerto.


P.d. Alguno interpretará "Granada", pero ella sólo quería escribir.