martes, 11 de diciembre de 2012

Versos y estrofas

Como sé que de todo aún queda mucho por decir. Como sé que con un par de líneas nunca es suficiente.
Como tantas otras veces traté de buscarle sentido a una misma situación encerrada en un círculo vicioso.
Pero ya no, ya no busco respuestas; quizás busque más preguntas que me dejen con los mismos interrogantes y menos certezas.

Lo tenía claro, no buscaba nada. Tal vez lo encontré... De la misma manera que me pregunto cómo sé que después de hoy habrá un mañana, por mucho que lo espere sin garantías.  Supongo que se trata de eso, de aguantar los vendavales y que te moldeen. Tal vez aprenda a hacerlo y a aceptar que traen cosas inesperadas.

Sé que no tengo ni idea de nada, pero tengo algunas cosas que enseñar... ¿Quién sabe? Igual alguien aprenda. Igual soy yo. Tampoco lo espero. Me quedo con ser verso.

No me importa no saber nada, esperar lo que tenga que venir. Acabo de decidir que para eso he venido: para ser estrofa. De cualquiera, aunque lo único que tengo claro es que sobre mí nunca se ha de escribir el último verso...

domingo, 2 de diciembre de 2012

Más absurdo todavía

Cuando pensé que llegaba a la "meta", vi, al fondo, la señal de "salida". Otra vez vuelta de tuerca, otro volver a empezar y otro renacer sin haberlo buscado. Y no, no eran ganas de salir corriendo, de encontrar la luz al final del túnel.... En el fondo, eran ganas de sonreír sin saber por qué.

Sí, seguí corriendo, pero sólo por ver a quién me encontraba por el camino; por buscar la sonrisa verdadera más allá de aquélla que yo fingía.

Algún día te contaré cómo fue todo aquello, espero. Quizá cuando nos encontremos. Al principio, al final... ¿Quién sabe dónde estoy? ¿Dónde estamos?

martes, 4 de septiembre de 2012

Septiembre

Será que me espera un año por delante. Será que es Septiembre y que no consigo olvidar que, por primera vez desde hace algunos años,  los horarios han quedado aparcados y que no sé cómo convivir con ello. Será que me asusta no tener nada qué hacer o perder un año de mi vida... Será que sólo me queda acostumbrarme a esta nueva vida sin horarios lectivos autoimpuestos y sin trabajos que presentar. Lo cierto es que, después de todo, me asusta que llegue el año que viene y sentir que he perdido un año de vida... Será que soy Chica de Costumbres y será que me asustan todos los planes que tengo para mí este año y no sé dónde meterme. Serán muchas cosas que no quiero ni pensar... Sí, debe ser todo eso. Pero, por una vez, siento que una parte de mi vida es mía y, al mismo tiempo, por muchos planes que tenga para mí, no les veo ningún sentido...

Así que llámame "porica" porque, una vez más, me lo merezco. Llámame todo lo que quieras, pero esto de hacerme mayor no va conmigo. O sí, no sé... Creo que, en el fondo, sí me parece bien pero, como a tantos otros, me duele y asusta. Esta incertidumbre, esta sensación de que, en cualquier momento, puedo dejarme arrastras sin elegir lo que quiero realmente, es lo que verdaderamente me asusta. No quiero hacer nada que no quiera, pero tampoco sé qué es lo que quiero o espero de mí; así que, lo que en el fondo me asusta, es defraudarme.

Es como estar cruzando el cable de acero y saber que tengo que mirar al frente y seguir caminando... Pero, al mismo tiempo, sé que estoy esperando que el cable se rompa y verme caer para poder aplaudir desde abajo, recoger los restos del naufragio... No sé, al mismo tiempo que sé que hago lo que debo, pienso que no...

Mañana te cuento... O no.


domingo, 5 de agosto de 2012

Como todo...

Como una casa sin dueño. Como un árbol caduco en pleno invierno. Como un niño desprotegido sin su padre. Como un relámpago sin lluvia. Como pollo sin cabeza. Como un coche sin gasolina. Como llamar a un timbre sin que responda una puerta abriéndose. Como un domingo sin nada que hacer.

Como un regalo de Navidad en agosto. Como una playa en otoño. Como una tarde desaprovechada. Como un hielo que se derrite en un vaso. Como querer respirar debajo del agua. Como luchar por algo que, de antemano, se sabe perdido. Como un incienso consumido. Como una cama vacía. Como una vela apagada. Como una llamada perdida. Como intentarlo de nuevo.

Como un mañana sin sol. Como una alegría sin decepción. Como un humo sin fuego. Como un ocho mil sin nieve. Como un invierno sin frío. Como un bufón sin su corte. Como una reina trabajando. Como un político con respuestas.


Como todo sin ti: descolocada. Así me noto.

jueves, 26 de julio de 2012

Sólo por si acaso...

-Mañana no volverá a salir el sol, me lo dijo Anuk antes de salir corriendo.

-Anuk no sabe nada; además, seguro que sólo lo dijo para asustarte.

-Pues lo consiguió. También me dijo que el sol dejaría de salir por el Este cuando los hombres dejaran de mirarse a los ojos.

-Entonces, ¿cómo estás tan seguro de que será mañana el día?

-Porque llevo días observando, mirándonos a todos, y hace ya mucho que nadie se mira a la cara cuando habla. Tampoco tenemos ya nada que decirnos...

-Sí, ahí tienes razón.

-Lo que te digo, mañana el sol no saldrá.

-Entonces, quizá nos convendría despedirnos como es debido.

-Sí, sólo por si acaso...

sábado, 14 de julio de 2012

Estamos jodidos...


Indignada ya no es la palabra, seguro. Es algo que va mucho más allá. Es algo que no se puede explicar con una manifestación o un grito desesperado. Es esa sensación de agonía y podredumbre que tienes mientras ves como el resto del mundo cae, sin remedio, al tiempo que lo haces tú misma. Son ganas de salir corriendo pero sabiendo que tu lugar está aquí, quejándote, llorando, luchando.. como tantos otros. Esto ya no son recortes, tampoco intervención, es exprimir a un pueblo que ya no puede dar más zumo. 

Antes de ayer lo oímos, ayer lo leímos y hoy aún resuenan los ecos, tal y como lo harán mañana o dentro de diez años. Lo mejor de todo es que aún no hemos notado el efecto que todas estas medidas "necesarias", "imprescindibles" y "recomendadas" han de tener sobre nuestra economía, la del día a día. Lo mejor de todo es que hay mucha gente de vacaciones, intentando olvidar que España ya no es un país, sólo una olla a presión que no tiene válvula de escape. Pero, que no se nos olvide, volverá septiembre, implacable, como cada año... Volverá a llenar aulas, oficinas y colas del INEM, y esto último, más que nunca. Todos los recortes de hoy, tendrán consecuencias mañana; me da igual que se llame "más horas de trabajo", "menos sueldo a final de mes" o "este año no hay Navidad". Todo se resume bajo el mismo lema: estamos jodidos. Y que se lo digan a Andrea Fabra...

No se trata, sólo, de hacer dimitir a nadie (aunque debería serlo), no es un discurso de aquélla que ya no entiende nada: la subida del IVA, el cansancio de muchos funcionarios delante de Génova o el grito ahogado de los mineros que retumba desde muchos metros de profundidad... Se trata de esa incertidumbre de vivir. Vivir hoy, porque mañana no se sabe... Saber prescindir de todo porque ya nada está a tu alcance; explicarle a una niña que ya no hay nada, sólo miseria, dolor y miedo. 

Se trata de afrontar el día a día sin tener ningún objetivo más allá de malvivir. A eso estamos abocados todos. No se trata de asumirlo, sino de empezar a levantar la voz como hace algún tiempo hicimos. Despertemos, luchemos... El futuro depende de Ellos, pero, sobre todo, de nosotros y de lo que estemos dispuestos a tragar. Que no se nos olvide. 

A aquéllos que colgaron sus banderas en los balcones hace unas semanas: ¿de verdad que quieren seguir manteniéndolas donde están? ¿Siguen estando orgullosos de un país que, hace ya mucho, se olvidó de ellos y sólo les habla para pedirles "sacrificios" ante el Dios-Mercado? 

sábado, 30 de junio de 2012

Foto

Fue como un relámpago o el flash de una cámara de fotos... De repente, lo comprendió. En algún momento, había perdido la sonrisa. Sí, seguía riéndose, continuaba teniendo algunos momentos de luz a lo largo del día... pero aquella sonrisa, la de esa foto, hacía mucho ya que se había apagado.

Se la encontró sin querer. La foto estaba esperándole cuando llegó a casa. Pasó, como tantas veces lo había hecho, por delante de ella; pero, por primera vez, la vio realmente. Era una foto de hacía un par de años, en ella estaban su hermana y ella una noche que recordaba gloriosa. Cris no miraba a la cámara, mientras que ella salía mirando con el brazo derecho extendido hacia la cámara, como queriendo cogerla para no recordaba qué. Su sonrisa era real, de sincera alegría; ésa que sólo se puede poner en la cara cuando se está donde se debe estar y con la mejor compañía.

Recordaba aquella noche y el momento del flash, el agua de Estanbul que bebieron y los cojines en el suelo donde se sentaron. Se acordaba de cómo iba vestida y cómo olvidó todo durante algunas horas. Sin embargo, era incapaz de reconocerse en ella. Esa ella, que miraba a la cámara con gafas rojas, no podía ser la misma que, ahora, miraba el mundo desde unas gafas moradas. No podía ser aquélla que sólo veía vacío, absurdo, apuntes, horas de sueño interrumpido y tristeza.

Había sido un año duro y tenía claro que no era culpa, únicamente, de esta época que puede acabar con cualquiera. Sabía que, en el fondo, había algo más detrás que desconocía. Era consciente de que, algún día (hora, minuto o segundo), algo se había roto y no estaba segura de poder llegar a recomponerlo. Se sentía débil, incapaz de soportarse unas horas más... Quería volver a la vida, recuperar aquella sonrisa sincera, volver a salir en las fotos como hacía unos años.

Era curioso, aquella foto nunca le había gustado más allá de los recuerdos que le traía, pero aquella noche le dolió verse allí.Se sintió incapaz de recordar lo que era sentir aquello, incapaz de recordar un fin de semana de no hacer nada porque no tenía nada que hacer, incapaz de sentirse buena compañía o dejar de sentirse tóxica... Sólo quería volver a reconocerse en aquella sonrisa.


miércoles, 20 de junio de 2012

O sobre cómo terminar un trabajo...


 Decía Beckett que “no saber nada no es nada, no querer saber nada tampoco, pero lo que es no poder saber nada, saber que no se puede saber nada, éste es el estado de la perfecta paz en el alma del negligente pesquisidor”. Hablar de Foucault, Adorno, Horkheimer o Nietschse es hablar del pesquisidor que puede ser que no sepa nada, pero que pone todo su empeño en no quedarse en ese estado de paz del negligente investigador.
Foucault toca todos los temas, pide lo impensable, investiga, no da por sentado nada. Es como si estuviera en un constante standby y espera lo que está por venir; mientras tanto, trabaja sobre el pasado para entender el presente.
No se queda con los porqués establecidos, indaga de dónde viene la sociedad actual, sus valores, sus conocimientos, busca los umbrales de cambio, el momento en el que la historia discontinua da un nuevo salto; introduce esa novedad de la que habla Bacca. Siempre expectante y a la vez observador, en constante búsqueda para no quedarse sin saber nada. No sentencia, pide colaboración, reclama la sospecha ante todo y ante todos. El poder nos produce, sí, pero todos tenemos poder, todo son relaciones de fuerzas; aunque también hay encuentros y azares.
Adorno y Horkheimer lucharon por evitar casi todos los negros acontecimientos del S.XX. Advirtieron de la llegada de los fascismos y trataron de que la reconstrucción de Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, no siguiera el modelo del American Way of Life porque eran conscientes de los peligros que el capitalismo salvaje conlleva. Pidieron tener memoria para que la historia no volviera a repetirse. Sin embargo, parece que nadie los escuchó, tan sólo algunos jóvenes un mayo de, por lo visto, ya no importa hace cuánto tiempo. Se ve constantemente como la historia, en lugar de avanzar, aunque sea a saltos, parece vivir en un eterno bucle en el que la barbarie y la desolación dominan el mundo.
Tampoco Nietzsche caló como debería haberlo hecho, seguimos esperando a Zaratustra, a alguien que realmente vea cuando mira el mundo y salir de esta moral de pastores y rebaño. El poder sigue autolegitimándose con argumentos que parece que ya no convencen a nadie, pero se empeña en no ceder. Está disperso, el ciudadano ya no sabe a qué puerta llamar para quejarse, se siente indefenso como acechado por un asesino, que se asegura para no dejarse ver por su víctima, y vive esperando el siguiente golpe o la próxima mala noticia que decidirá su futuro.
Ante tal panorama, lo único que la filosofía puede y debe hacer, supongo, es denunciar al poder, como decía Foucault, y robarle la palabra por un instante. Filosofía no da respuestas ni consuelo, sólo ofrece constantemente preguntas sin resolver, y en eso consiste. Preguntar para poder transformar, repensar lo pensado y pensar lo impensado. No dejar en manos de cualquiera el destino de uno mismo y luchar por lo que le pertenece a uno como ser humano. Atreverse a pensar y protestar por lo que está fallando supone un riesgo, pues todo queda en suspenso y, mientras, uno debe poder aguantarlo. No obstante, es mucho más productiva la angustia de Heidegger, la del hombre auténtico que mira a la vida y la verdad de cara y las afronta, con todas sus luces, pero sobretodo, con todas sus sombras.
Sólo así la filosofía tendrá sentido y se convertirá en arma contra el adoctrinamiento y el adormecimiento que, hoy por hoy, invade el mundo. Sólo así podrá ser lo que realmente ha sido siempre, pero que se olvida, "un arma cargada de futuro" que puede enfrentarse al poder y los discursos establecidos.

sábado, 16 de junio de 2012

Resulta

Resulta que hoy me he enterado que el Calvario no lo padecen las familias que no llegan a final de mes. Resulta que el Calvario lo padece un señor desde hace unos días. Resulta que Dívar vive un Calvario desde que se supo lo de sus viajes a Marbella. Resulta que Dívar es quien va a tomar la decisión determinante. No lo echan, no dará explicaciones; resultará la semana que viene que se va "porque quiere", porque la situación es insostenible. Resulta que se nos olvida que esa situación inaceptable la ha creado él mismo, pero a él le toca decidir.

Resulta que yo ya no entiendo nada. Resulta que quiero salir de aquí sin mirar atrás. Resulta que los profesores de mi instituto están siendo perseguidos por la "inspectora", por llamarla de alguna manera, Nieves García. Resulta que un minero es un terrorista, pero Rato puede cobrar sus millones correspondientes. Resulta que la prima de riesgo ya no se llama Zapatero, pero sigue disparándose día tras día.

Resulta que no hemos tenido un rescate, sólo una "línea de crédito". Resulta que hay personas que viven siete veces mejor que otras en esta mierda de país. Resulta que el enemigo somos nosotros. Resulta que el gobierno no piensa, de momento, subir el IVA y bajar los sueldos; sólo de momento. Resulta, que la semana que viene se lo pensará mejor y sí, subirá y bajarán.

Resulta que estoy cansada de esperar a que lleguen los viernes. Resulta que ya no se puede apretar más el cinturón una persona que ya no puede hacerse más agujeros en él. Resulta que mañana no se podrá estudiar y, mucho menos, ponerse enfermo si eres mayor de 26 y no has cotizado. Resulta que si tienes cáncer o SIDA date por desahuciado, porque no tendrás medicamentos que puedan ayudarte; los recortes, ya sabes.

Resulta que nadie se queja y sólo esperamos un nuevo hachazo. Resulta que seguimos tomándonos cafés en los bares porque nadie nos ha advertido de que el rescate lo hemos de pagar. Resulta que no vivimos por encima de nuestras posibilidades, sólo malvivimos, hasta la semana que viene.


Resulta que todo esto me asusta, pero no tengo escapatoria. Resulta que, como el gobierno que padecemos, no tengo respuestas. Lo más grave es que de mí no dependéis ninguno y que de ellos dependemos todos. 

domingo, 10 de junio de 2012

Hasta las narices

Supongo que sí, que ya es un hecho: el esperpento ha vuelto a nuestras vidas y, por lo visto, para quedarse. Ya no hablo del no-rescate, sino de todo. La vida, cada vez menos digna de ser vivida, se abre huecos a codazos mientras nosotros, estupefactos, sólo sabemos dejarle sitio y no pedir ni siquiera un triste gracias.

Sí, lo sabemos, el Estado del Bienestar nos ha dejado para no volver (al menos, en mucho tiempo, de nosotros depende), la sanidad se va a convertir en lujo, casi tanto, como el comer. No hay trabajo, pero seguimos animando a once tíos corriendo detrás de una pelota (que, por cierto, nunca han de sentir la crisis); no hay alegría, pero seguimos conformándonos con un blues de saxo en un bar oscuro.

Seguimos como pollos sin cabeza, pero lo peor de todo es que los que nos dirigen están tan perdidos como nosotros. Ahora, España va a tener un rescate, pero diferente, una nueva técnica de "a ver cómo sale". Total, ¿qué hemos de perder? ¿La vida tal como la conocemos, cenar todos los días, trabajar hasta antes de no tener fuerzas para hacerlo? Eso no es nada, es que somos unos egoístas... Aún no hemos entendido que para que nosotros estemos bien, Europa, sea quien sea ella, debe estar mejor todavía.

Yo, ignorante, ilusa estudiante que mañana querrá un trabajo (ya ves, así de rara soy), me pregunto si realmente todo esta mierda merece la pena. Lo cierto es que no sé qué dirección tomar, a qué señal de tráfico hacerle caso. Algunas veces me encuentro con el Ceda, pero no estoy dispuesta a esperar a que nadie decida por mí. Otras, Stop me marca el día, ni que decir tiene que el "prohibido girar a la izquierda" hace ya meses que se ha convertido en una regla y de muy mal gusto, por cierto.

Sí, lo sé, no tengo respuestas. Sólo me quedan preguntas, quizá Max Estrella supiera sacarnos de aquí. Lo cierto es que sólo nos pide sacrificio a nosotros alguien que se va a ver a once tíos jugar porque, según cree él, ya está todo solucionado. Una señora que me da miedo dice que no va a haber rescate, pero al final lo ha habido; un calvo con los hombros muy grandes no sabe qué posición adoptar... Yo sólo sé que no sé nada, quizá ellos deban ser igual de sinceros, por una vez.

Sólo espero no tener que salir de aquí, no tener que esconder que vengo de un país de águilas, gaviotas y rosas que me avergüenza. Sólo quiero vivir y no, no por encima de mis posibilidades, sólo dignamente. Como tú, como todos. Bueno, como todos no... Hay once tíos que ganarán lo que sea, otro señor que va a verlos, un príncipe y su mujer que se abrazan con el empate...

Pero no te equivoques, ninguno de ellos son nosotros. 

"Te quiero"

Desnudez infinita ante unos ojos que no ofrecen la respuesta buscada. Segundos que amenazan con no terminar mientras se espera que una boca hable de nuevo.

Ya no valen los besos, caricias o abrazos; ha llegado el momento de los verbos y las acciones. Todo tendrá que ser demostrado y actuado. No obstante, por ahora, sólo sirven dos palabras que no terminan de llegar. 

sábado, 2 de junio de 2012

Luchas y derrotas

Ya no retumba el eco de los tambores, ya pasó la batalla y los combatientes volvieron a su puesto en las trincheras. La sangre derramada días atrás ya se ha secado y alguien se ha encargado de los heridos. Aunque no de todos.

A algunos las cicatrices les tardarán en salir porque las heridas fueron demasiado profundas. A algunos todavía les brota la sangre de tanto en tanto, como recuerdo de una guerra que se sabe perdida. En el fondo, no habrá cura para ellos; aunque, tal vez, se salven y consigan escapar de la muerte algunos años más.

Lo cierto es que la vida, de todos modos, ha terminado para ellos. Aquel dulce horror, escogido de una u otra forma, ya no se borrará de su memoria y con ellos viajará hacia la siguiente lucha. Tal vez, en la próxima contienda corran más suerte y sean ellos los que le arranquen y rompan el corazón a sus adversarios; pero siempre serán conscientes de que el suyo quedó parado un año, una noche o una hora de no importa ya hace cuánto tiempo. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Absurdamente absurdo

Uno se da cuenta de que la cordura no existe cuando siente el absurdo sobre la cabeza. Cuando, como Sísifo, se comprende que tanto da arrastrar de nuevo la piedra colina arriba o no, porque se sabe condenado a repetirlo eternamente; es cuando tienes la certeza de que Pandora no consiguió salvar la Esperanza en su caja después de todo.

Es como si el vacío estuviera bajo tus pies y ya no quedara ningún asidero o un solo cable al que cogerse para evitar la angustia de ese segundo incierto antes de caer, tan absurdo como el resto. Ya nada, sólo ingravidez y miedo ante un vacío que devora y que, únicamente, promete tormento. Cuando te comprendes en ese punto hasta respirar resulta impensable.

El aire se vuelve espeso y las caras se difuminan, se convierten en máscaras desconocidas, al tiempo que, sus bocas se retuercen en esa sonrisa fantasmal no tan desconocida. Ya nadie importa, ni siquiera uno mismo; nada es ya algo... simplemente, todo deja de tener el sentido que un día creíste que tenía.

El absurdo lo es todo: es un mundo que se hunde sin tener ninguna idea de cómo salvarse, es ese futuro que ya no es incierto, sólo inexistente; también es esa cantidad de gente que quiere trabajar y no puede hacerlo. Lo somos todos y cada uno de nosotros. Todos colaboramos en esa hazaña dudosa de hacerlo todavía más grotesco.

No, no intentes salvarte o creerte ya salvado de él. Cuando llegas, lo miras de cerca y ves la locura en unos ojos cuando te miras al espejo, lo sabes. De ahí nadie nunca podrá salvarte. Ni un dios, ni el amor y tampoco esos momentos de tregua en los que desearías quedarte para siempre. Simplemente es imposible, el absurdo ya te ha devorado, como Crono a sus hijos.

Tal vez tú seas más fuerte, quizás, encuentres a alguien que te salve como hizo Rea con Zeus. Lo cierto es que, seguramente, nadie consiga arrancarte de los brazos de un padre hambriento.

Sí, cada vez somos más, seguimos esperándote. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Confesión 2.0

Pasan las horas y sigo esperando a que el tiempo me dé una oportunidad, me deje frenar un rato y reencontrar el motivo por el que llegué hasta aquí hace ya casi cinco años.

Hoy he tenido, espero (aunque no me lo creo), mi última clase de la carrera. Por lo visto, ya sólo tengo horas de estudio, trabajos por hacer y ocho asignaturas esperando su turno. Por lo visto, digo, me he hecho mayor, un ciclo parece que se cierra y el futuro, más incierto y desesperanzador para una estudiante (de filosofía) empieza a llamar a mi puerta. 

Hoy sólo intento recordar todo lo que me gustaba (y sigue gustándome, aunque me lo niegue) pasar las horas en clase como las de hoy. Da igual que sea Metafísica, Historia del Gusto, Estéticas de la Interpretación o Corrientes Actuales... Lo intento, pero no llego a verlo; no consigo sacarme esa nube negra de la cabeza, el agobio y las horas en balde de cara a los apuntes. Soy incapaz de recordar mi cara el primer día de cada curso, de cada asignatura o las ganas de todo que me entran en cada período de exámenes. 

Aunque también es cierto que, a veces, estalla la guerra, me vuelven recuerdos de los grandes momentos: gente que he conocido gracias a aquella decisión que tomé cuándo aún no se tiene edad para decidir. Por momentos, vuelvo a Granada, retrocedo al día que conocía a A. y la primera cerveza con ella o el primer pueblo. Recuerdo muchas otras cosas, demasiadas como para pensar que sólo han pasado en cinco años. 

Después de todo, he encontrado ese motivo. Por mucho que la gente dude (y yo misma lo haga algunos días), Filosofía fue la elección correcta. Ella me dio cinco años de mañanas de café y noches de cerveza; de horas de estudios llenas de descansos y horas ganadas a la vida. Al fin y al cabo, la carrera con más salidas de todas. 


domingo, 15 de abril de 2012

Vacío

Sólo una respiración. Ganas de nada, de dormir hasta que mañana vuelva a llover. Cuando caer deja de importar, una sólo se pregunta cuándo llegará ese final, ese golpe seco que diga que se ha tocado fondo.

Ya no lanza monedas porque no puede esperar para verlas caer. Sólo hay un vacío que sirve para hacer de eco. Un retumbar de voces, gritos acallados, ganas de llorar y una espiral de miedo. Inmovilidad.

El salto al vacío ya no sirve, la cuerda del funambulista se partió en el primer momento; las ganas de aguantar estallaron cuando el cable hizo "clic". El instante de ingravidez entre que se rompe el cable y se empieza a caer, ese minúsculo segundo, amenaza con prolongarse eternamente.

No hay asideros, sólo exámenes, plazos, vacío, sueño, ganas de romper con todo, ganas de salirse de ella y no volver hasta que todo esté resuelto. Huida, hacia delante, claro. Aplazando problemas, insignificancias que no le dejan respirar, soledades compartidas con alguien que siente lo mismo... Nada, sólo vacío. Ya no tiene paciencia, tampoco ganas, sólo una extraña sensación de pérdida de tiempo.

¿Qué hacer cuando ningún sitio es válido para permanecer en él más de dos minutos y, al mismo tiempo, no querer moverse, sólo por si acaso? Sólo eso, sólo vacío, miedo, cansancio, ganas de no volver hasta que consiga hacer de ella una buena compañía.


P.d. Y esta entrada va para Ana; sólo porque sí, sólo porque sé que entiende lo que quiero decir.

lunes, 2 de abril de 2012

Luchas y huelgas...

Carlos ha escrito que "antes, se luchaba por tener derechos". Ya ves, hoy, se trata de luchar por no perder todos aquellos derechos que tantas luchas ha costado conseguir.



lunes, 26 de marzo de 2012

Puertas

Llamó a la puerta, una vez, dos. No obtuvo respuesta, pero volvió a insistir una última vez antes de darse por vencida. Esperó algunos segundos con la típica pose del que espera que una puerta se abra y lo reciba una cara amiga: cambio del peso de un pie al otro, colocarse el pelo, asomarse a la mirilla como si se pudiera ver el otro lado de la puerta. Finalmente, desistió y se marchó.

Había ido en busca de un tiempo que ya le resultaba lejano y extraño; intentando arañar algunos minutos de un pasado que no recordaba más feliz que cualquier otro tiempo, pero sí con cierta alegría y nostalgia. No sabía qué esperar si la puerta se abriera, cuál sería su reacción al tener enfrente algo ya casi olvidado.

Únicamente trataba de volver a tener entre las manos algún instante que últimamente se empeñaba en revivir. Quería saber si había sucedido, si no lo había soñado únicamente.

No obstante, no hubo respuesta, no se abrió aquella puerta ni nadie la recibió con una sonrisa y un cálido abrazo. Sólo una puerta blindada, lacada en blanco, con el pomo plateado en el que se veía reflejada del revés hasta que no aguantó más y se marchó. Ella no lo vio, pero se podía seguir su reflejo, cada vez más pequeño, cuando se hartó de esperar, dio media vuelta y se marchó.

Quizá sea cierto y el pasado no vuelve, que las puertas cerradas no volverán a abrirse con llaves que, hace mucho, se tiraron al fondo del mar. Tal vez lo que ya pasó, pasó, que cuando las flores se hielan en invierno, no florecen de nuevo la siguiente primavera. De todas formas, necesitaba saberlo de primera mano, necesitaba ver cómo aquella puerta no se abría, desoyendo sus llamadas.

Sí, salió de aquel patio con el estómago encogido y las lágrimas esperando su turno en los ojos, pero con la sensación de haber intentado hacer, por última vez, todo lo que estaba en su mano por recuperar un tiempo que, ahora sí, definitivamente sabía muerto.


P.d. Alguno interpretará "Granada", pero ella sólo quería escribir.

viernes, 24 de febrero de 2012

Cuando se quiere...

Se desabrocha una cremallera. Se desajusta una falda. Unos legins caen al suelo. Unas botas ruedan por una alfombra. Dos miradas se encuentran en un mismo momento. Unas manos buscan por debajo de una camisa; otras, inventan recorridos desconocidos por un sujetador. Dos pares de ojos se encuentran. Dejan de buscarse. Dos cuerpos se abren y sonríen al exterior, muchos muros se han derribado sin querer. Un dedo recorre una columna vertebral, un escalofrío responde.

Todo son ganas: de descubrir, de probar, de soñar con un futuro diferente, de intuir lo que está por venir. Todo son intentos por prolongar un momento que ha decidido no terminar.

La noche se convierte en mañana, la mañana, en tarde. La tarde en más tarde todavía. Todavía sigue existiendo. No se quiere terminar lo que ha empezado sin querer. Una ducha como excusa, un baile lento en medio del comedor, una sábana mal colocada, una canción que suena en el momento oportuno...

Cuando se quiere, todo puede ser.

martes, 21 de febrero de 2012

València

Dimecres, dijouos, ahir, hui. Sí, ja es pot dir: València ha despertat.

lunes, 6 de febrero de 2012

Luna llena

Allí estaba ella, en una de aquellas horas de la tarde en las que no sabes si la luna es anaranjada o, es que, el sol aún no ha desaparecido del todo.

Luna llena, redonda. Ésa que hacía soñar a los niños con ser astronautas o volar tan alto como para poder alcanzarla; curiosamente, la misma que, también, en los adultos disparaba la imaginación y despertaba en ellos ganas. Ganas de lo que fuera, de todo lo que incluyera un cuerpo más en una estrecha cama o la bañera; un momento de éxtasis que hiciera que un día, que había empezado demasiado pronto, no terminara hasta la mañana siguiente, hasta que el sol volviera a ponerla naranja, el amanecer siguiente.

Trataba de saber con lo que soñaba ella, si con volar o con alargar el día. Hasta que por fin se dio cuenta: sólo quería soñar con volar mientras alargaba el día. Todo se podía combinar.

lunes, 30 de enero de 2012

Encuentro

Sus ojos se encontraron. Él la miró interesado, Ella subió un poco su falda. Le enseñó la rodilla, el muslo... esperando que él deseara descubrir otro camino por cuenta propia.

De lejos se miraron y se sonrieron. Desde la distancia, Él imaginó miles de pecas por su cuerpo y Ella intuyó un remolino de caricias en sus manos. No hablaban, no se atrevían a decir nada; no querían romper aquellos momentos de invenciones, de descubrimientos, de batallas entre las sábanas imaginarias.

¿Quién daría el primer paso? ¿Quién rompería la distancia entre ambos? ¿Cómo marcharse de aquel bar sin, al menos, un nuevo número de teléfono en el móvil?

Así siguieron, yo los vi. Miradas cruzadas, manos incontrolables, muchas ganas de empezar de cero... Todo contenido en un momento que no sabía por dónde estallar.

Al final, por fin, vi como él se levantaba. Pasaba por su lado y seguía un poco más allá. Ella, alarmada, se levantó tras Él. De repente, se miraron, se hablaron. Él parecía seguro, pero miraba su escote; Ella, insegura, pero ajustándose la falda. Entonces se miraron de cerca por primera vez, como nunca nadie lo ha hecho. Entonces estalló.

Todo, el tiempo, volvió a empezar de nuevo.

lunes, 23 de enero de 2012

Juicio mental

En el juicio me declaré loca, y los demás asintieron en gesto de afirmación. Al fin lo reconocía, y al contrario de lo que esperaba, no me sentí mejor. Nunca era agradable sentarse a declarar ante un jurado, pero cuando una misma era juez y parte y el que debía declararte culpable o inocente eras tú, la sensación era aún peor.

Suspiré en el bar mientras en mi cabeza se iba debatiendo sobre mi futuro. ¿Alegatos a favor?, ¿en contra?, “En mi opinión, señor juez, la acusada debería ser condenada…” dejé de escuchar mi mente a media frase, sabía que el final de la frase no me iba a gustar, aunque reconocía que era cierto.

Escuché, o más bien fingí escuchar, a la gente que me hablaba. Lo bueno de estar en un bar bullicioso y oscuro era que no importaba que no oyera a los demás, ni siquiera me molesté en asentir ante el ingenioso comentario, lo supuse porque vi como el resto de la gente se reía después de que mi interlocutor acabara.

Y mientras tanto, el juicio seguía avanzando. Me sentía como Alicia esperando a que la reina le dijera que le iban a cortar la cabeza; era inevitable, mi ejecución (al menos mental) sería en pocos minutos…y como si del siglo XVI se tratara, tenía hasta público que aplaudiera cuando mi cabeza rodara por el suelo. La gente podría mirarme con odio mientras caminara hacia el verdugo, los padres le dirían a sus hijos que si no mejoraban su comportamiento, acabarían como yo y algunos hasta podrían escupirme al pasar por su lado y chillarme “¡Bruja, te lo mereces!” cuando el verdugo levantara el hacha para coger impulso y sesgarme el cuello de cuajo.

Los demás seguían hablando, bebiendo, riendo y cantando desacompasadamente ajenos a la batalla que se libraba en mi cabeza. ¿Cómo era posible? Mi futuro se estaba discutiendo a menos de un metro de ellos, y ni siquiera se habían percatado de que algo no iba bien. Entre el alcohol, la risa y las promesas sexuales de aquella noche, no estaba como primera opción escuchar las repetidas conversaciones sobre mí y mi locura. Cogí una cerveza de la mesa, daba igual de quien fuera y me la bebí hasta el final, de un trago. Cuando la dejé sobre la mesa, los demás me aplaudieron como si de una hazaña se tratase, y en vez de gritarles gilipollas, decidí levantar la mano como queriendo quitarle importancia mientras sonreía de lado.

De repente, el abogado defensor se oía en mi cabeza: “Dejadla, es joven, todavía tiene toda la vida por delante”. ¿Cómo que todavía tiene la vida por delante? ¿Si fuera vieja me condenarían? Menuda mierda de abogado, voy derecha al hacha. Miré hacia arriba y vi el techo negro, sucio y pensé que igual el hacha no era tan mala, visto lo visto…

Quería que el juicio acabara ya, que me condenaran o me liberaran, que acabara la noche. Quería que, por fin acabara todo; si realmente era culpable, que me lo dijeran y viviría con ello, sino…pues sólo que mis ideas, mis recuerdos, mis pensamientos, todas aquellas cosas que no me dejaban ser feliz, desaparecieran.

Pero lo que tenía muy claro es que no quería tener que volver a pasar por esto, eran ya demasiadas veces. Si realmente estaba loca y no podía vivir en el mundo como los demás, que me lo dijeran, que me ordenaran qué hacer y ya vería como pasaría el resto de mi vida. Si no lo estaba, quería que no resultara tan complicado vivir, poder acoplarme a él y que éste también me escuchara. Pero en lugar de eso, mi abogado mental sólo decía que era joven, que cambiaría, que no se preocuparan los señores letrados, como Don Miedo, Doña Furia, Don Recuerdo y Doña Dolores, y que me dejaran libre. Sin embargo, los letrados fiscales, la jueza que era yo misma, y parte de la gente que había venido a mi juicio, como Recuerdos, Oportunidades Perdidas, Momentos Pasados y Manías Varias, querían condenarme.

Yo, que acudí a declarar, rechacé la Biblia y sólo prometí decir la verdad y toda la verdad. Pero me giré a la jueza y le dije: “¿Pero qué verdad? Si ni siquiera yo misma, ni usted, si se me permite decirlo, sabemos cuál es la verdad. Igual si la supiéramos no estaríamos aquí…cada dos por tres, además. Yo sólo quiero vivir, pero verá usted, la vida me lo impide. Si tiene usted alguna idea, ya sabe…pero me parece que no sabe por dónde empezar. Ni usted quiere verme aquí la semana que viene o dentro de un mes, ni yo quiero volver…pero ni sus condenas sirven de nada ni mis promesas de cambiar nos llevan a ningún lado”. Al contrario de lo que pensaba, la jueza no me echó a patadas de allí ni me dijo que quién me creía que era, al fin y al cabo, tenía razón.

Desconecté del juicio y al volver al mundo, me di cuenta de que estaba en otro bar, con más luz y más gente. De puta madre María, ya no es que pierdas tu tiempo mental, es que ni te fijas por donde caminas…Se me sentó alguien al lado, debió pisarme porque me pidió perdón. Al girarme, y preguntarle por qué me pedía perdón, contestó: “No sé, supongo que es lo normal…además no me refería al pisotón, sino a molestarte mientras piensas”.

Que era lo normal, decía. ¡Lo normal! Hacía tiempo que nada era normal, y menos aquella noche. Cuando me preguntó por qué razón aquella noche era menos normal que de costumbre le contesté la verdad. Me estaba juzgando mentalmente, le conté quién era la jueza, quiénes los acusadores, quién mi abogado defensor, el público que había venido a ver mi cabeza rodar… le conté todo. Lo mejor de todo fue su cara, sólo por volverla a ver se lo contaría a alguien más, en serio. Vi lo que estaba pensando “está loca”, pero mientras, supongo que por miedo a que lo matara o que siguiera hablando con él (las dos opciones eran igual de horribles), sonreía. Así que para ahorrarle las excusas y los “tengo prisa”, me levanté y me fui.

Miré hacia arriba como si pudiera verme la mente y hablé: “¿veis? Él también cree que estoy loca, y ya van 5 en este mes…”. Seguí caminando un rato, calle arriba calle abajo, como para aclarar a los demás que tenían razón y que sí, estaba loca. Y en ese momento escuché a la jueza dar golpes con su mazo sobre la mesa: ¡Atención! (golpes), ¡Orden en la sala! (golpes), ¡Ya he tomado una decisión! Pues menos mal, empezaba a cansarme de esperar… contesté. Me miró con odio y se sentó.

“Hemos decidido declarar a la acusada inocente”. ¿¿¿Cómo??? Pregunté, a lo que ella contestó: “Pues mira sí, al fin y al cabo todos vivimos de ti, así que sí tu eres condenada, te mueres y todo el rollo… ¿¿en qué vamos a trabajar nosotros??”. La miré indignada y me dijo, “no me mires así, al fin y al cabo se trata de sobrevivir. Es lo que hacemos todos, es lo que haces tú, ¿no?”.

Tocó con la maza en la mesa y dijo: “nos vemos en un mes, o quince días o la semana que viene…” Y mirándome añadió: “De ti depende”.

lunes, 2 de enero de 2012

Año nuevo

Y algunos dirán que vida nueva o algo por el estilo. Yo, en cambio, soy incapaz de trazar la frontera, de marcar la discontinuidad entre ayer y mañana, entre el sábado y el domingo.

He optado por no proponerme nada para los próximos 365 días, días que están por venir y que marcarán los porvenires de todos. Como soy consciente de que no voy a cumplir ni la mitad de todas ellas y de que no tengo la menor intención de hacerlo, ya ni lo intento, me limito a vivir día tras día, con todo lo que conlleva eso, y evito posibles dolores de cabeza en un futuro.

Sé que llegará un día en el que deje de fumar, que aprenda a querer como es debido, en el que sepa apreciar lo bueno de la vida y deje de lado lo malo, que aceptaré las cosas como vengan, que lucharé por lo que quiero, que mi vida será mía, que alguien sonreirá a mi lado, que yo me apoyaré en un hombro... No importa que sea este año o el que viene, lo que cuenta es que suceda.

No trazaré una línea por encima de mi cabeza ni trataré de sobrevolarla; simplemente, trataré de ser feliz, que no es poco. Querré a mi sobrina, me alegraré por cualquiera, me condenaré a tu risa, te condenaré a mis brazos, tendré a mi gente tan cerca del pensamiento como me sea posible... Cualquier cosa que me deje vivir otro año más. Cualquier cosa que me deje tener la cabeza en las nubes pero que me retenga los pies en la tierra.