miércoles, 2 de junio de 2010

Junio

De nuevo días de no dormir. Días abocados a la desesperación de no querer hacer nada y, sin embargo, no poder parar. Días de calor que impiden que te concentres o que te hagas a la idea de ponerte a estudiar. Días de exámenes, un mes interminable que ni siquiera ha empezado.

Ver caras de agobio, no poder entrar en el aula de estudio. Ver gente sin dormir que se mantienen vivos gracias a una infinidad de cafés. Zombies en el metro y en la facultad, cigarros consumidos en los cinco minutos de descanso antes de volver a empezar, nervios a flor de piel y mal humor constante.

Junio siempre se presenta igual. Es ese mes que algunos tememos que llegue, que intentamos olvidar durante el resto del año, pero que regresa imparable cada doce meses. Sabemos que sólo es un mes, pero eso no evita el pensar que no conseguiremos acabarlo. El verano parece ahora más lejano que nunca, aunque en Valencia arda el asfalto y no haya sitio bajo las sombras de los árboles de la facultad. Sólo podemos intuirlo en los calendarios. Para ir a la playa, primero hay que morir temporalmente. Tender a nuestro no ser durante un tiempo para después volver con un ser renovado aunque cansado y falto de horas de sueño.

Ojalá el tiempo no existiriera y pudiera leer y disfrutar todo lo que quiero... En cambio, Bacca, Foucault, los formalistas rusos, Kant, Fichte, Hegel y, como siempre Aristóteles y Platón, se únen a Wittgenstein y Moore para hacer de nuestro junio un mes cronos, pero una eternidad aión.

p.d. Filosofía sí, pero tiempo, por favor...