¿Caer o no caer en la tentación? Ésa es la verdadera y única cuestión.
Dejarte arrastrar hacia el fondo de la tentación, sentirte tú misma verdadera tentación. Un sólo guiño basta, una palabra que sirva para confundir, despistar y proyectar la atención hacia ti. Sentirte viva por unos instantes mientras sientes que unos ojos te siguen por toda la habitación. Sentirte dueña de una situación sin dueños, tampoco esclavos, sólo cuerpos que se mueven. Aquí no cuentan las almas, sólo las tentaciones que se van generando con cada nuevo estímulo. Morder la manzana. ¿Por qué no? Más bien devorarla. ¿Para qué hacer las cosas a medias?
Música lenta, Slowly, círculos concéntricos que se cierran muy lentamente. Imaginación disparada sin ninguna intención de controlarla. Juegos de azar y encuentros intencionados mezclados en una cama. Excesos y faltas, no habrá piedad para nadie. Temblores por todo el cuerpo, remolinos que te hacen querer más y dejar de tocar el suelo por unos segundos.
Bocas que sirven para algo más que hablar, miradas que dicen más de lo que deberían y susurros que retumban como gritos. Frases inacabadas en una nuca, cuerpos que no saben a dónde irán las manos que los recorren. Sorpresas.
Caer en la tentación, sí, sin ninguna duda.