Ayer dijiste que no te lo dirían, que esperarían a escribirlo. Tenías razón, lo diré yo. Aunque tampoco voy a decir nada que no hayan dicho ya, que no te hayan dicho.
Siguen con el cable y el trapecio preparado; huelen el café y siguen escuchando de fondo la Ser, aunque sea agosto. Han de reconocer que esas nuevas costumbres que tienes de no madrugar ayudan. Levantarse tarde un jueves, aunque haya obreros intentando que no lo hagas, tiene su aquél. Algún día entenderás que tomarse un café a la una también es bien.
Eres un pesado, las dos lo saben, incluso tú, pero haces que sea graciosa esa manera de preguntar. Les gusta. Como también les gusta ese fingir que se cansan y ponen los ojos mirando al cielo. Me han dicho que hasta seguir horarios (ellas, ya ves), tiene su punto. Sentarse sobre una encimera de cocina nunca fue tan divertido como cuando esperan que se haga la comida y el número privado que les brindas. Ahora se me cae un trozo de tortilla o se me olvida apagar la cebolla y, ellas, mientras, aprovechan un ventilador que lleva su nombre.
Ah, también tenéis ratos de playa. Sol, qué susto para ellas. Nudismo, qué susto para ti. Lo mejor es cuando entráis en las piedras y de fondo se os escucha, "ai, quin susto, tots en conill", pero seguís colocando la sombrilla.