sábado, 30 de junio de 2012

Foto

Fue como un relámpago o el flash de una cámara de fotos... De repente, lo comprendió. En algún momento, había perdido la sonrisa. Sí, seguía riéndose, continuaba teniendo algunos momentos de luz a lo largo del día... pero aquella sonrisa, la de esa foto, hacía mucho ya que se había apagado.

Se la encontró sin querer. La foto estaba esperándole cuando llegó a casa. Pasó, como tantas veces lo había hecho, por delante de ella; pero, por primera vez, la vio realmente. Era una foto de hacía un par de años, en ella estaban su hermana y ella una noche que recordaba gloriosa. Cris no miraba a la cámara, mientras que ella salía mirando con el brazo derecho extendido hacia la cámara, como queriendo cogerla para no recordaba qué. Su sonrisa era real, de sincera alegría; ésa que sólo se puede poner en la cara cuando se está donde se debe estar y con la mejor compañía.

Recordaba aquella noche y el momento del flash, el agua de Estanbul que bebieron y los cojines en el suelo donde se sentaron. Se acordaba de cómo iba vestida y cómo olvidó todo durante algunas horas. Sin embargo, era incapaz de reconocerse en ella. Esa ella, que miraba a la cámara con gafas rojas, no podía ser la misma que, ahora, miraba el mundo desde unas gafas moradas. No podía ser aquélla que sólo veía vacío, absurdo, apuntes, horas de sueño interrumpido y tristeza.

Había sido un año duro y tenía claro que no era culpa, únicamente, de esta época que puede acabar con cualquiera. Sabía que, en el fondo, había algo más detrás que desconocía. Era consciente de que, algún día (hora, minuto o segundo), algo se había roto y no estaba segura de poder llegar a recomponerlo. Se sentía débil, incapaz de soportarse unas horas más... Quería volver a la vida, recuperar aquella sonrisa sincera, volver a salir en las fotos como hacía unos años.

Era curioso, aquella foto nunca le había gustado más allá de los recuerdos que le traía, pero aquella noche le dolió verse allí.Se sintió incapaz de recordar lo que era sentir aquello, incapaz de recordar un fin de semana de no hacer nada porque no tenía nada que hacer, incapaz de sentirse buena compañía o dejar de sentirse tóxica... Sólo quería volver a reconocerse en aquella sonrisa.


miércoles, 20 de junio de 2012

O sobre cómo terminar un trabajo...


 Decía Beckett que “no saber nada no es nada, no querer saber nada tampoco, pero lo que es no poder saber nada, saber que no se puede saber nada, éste es el estado de la perfecta paz en el alma del negligente pesquisidor”. Hablar de Foucault, Adorno, Horkheimer o Nietschse es hablar del pesquisidor que puede ser que no sepa nada, pero que pone todo su empeño en no quedarse en ese estado de paz del negligente investigador.
Foucault toca todos los temas, pide lo impensable, investiga, no da por sentado nada. Es como si estuviera en un constante standby y espera lo que está por venir; mientras tanto, trabaja sobre el pasado para entender el presente.
No se queda con los porqués establecidos, indaga de dónde viene la sociedad actual, sus valores, sus conocimientos, busca los umbrales de cambio, el momento en el que la historia discontinua da un nuevo salto; introduce esa novedad de la que habla Bacca. Siempre expectante y a la vez observador, en constante búsqueda para no quedarse sin saber nada. No sentencia, pide colaboración, reclama la sospecha ante todo y ante todos. El poder nos produce, sí, pero todos tenemos poder, todo son relaciones de fuerzas; aunque también hay encuentros y azares.
Adorno y Horkheimer lucharon por evitar casi todos los negros acontecimientos del S.XX. Advirtieron de la llegada de los fascismos y trataron de que la reconstrucción de Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, no siguiera el modelo del American Way of Life porque eran conscientes de los peligros que el capitalismo salvaje conlleva. Pidieron tener memoria para que la historia no volviera a repetirse. Sin embargo, parece que nadie los escuchó, tan sólo algunos jóvenes un mayo de, por lo visto, ya no importa hace cuánto tiempo. Se ve constantemente como la historia, en lugar de avanzar, aunque sea a saltos, parece vivir en un eterno bucle en el que la barbarie y la desolación dominan el mundo.
Tampoco Nietzsche caló como debería haberlo hecho, seguimos esperando a Zaratustra, a alguien que realmente vea cuando mira el mundo y salir de esta moral de pastores y rebaño. El poder sigue autolegitimándose con argumentos que parece que ya no convencen a nadie, pero se empeña en no ceder. Está disperso, el ciudadano ya no sabe a qué puerta llamar para quejarse, se siente indefenso como acechado por un asesino, que se asegura para no dejarse ver por su víctima, y vive esperando el siguiente golpe o la próxima mala noticia que decidirá su futuro.
Ante tal panorama, lo único que la filosofía puede y debe hacer, supongo, es denunciar al poder, como decía Foucault, y robarle la palabra por un instante. Filosofía no da respuestas ni consuelo, sólo ofrece constantemente preguntas sin resolver, y en eso consiste. Preguntar para poder transformar, repensar lo pensado y pensar lo impensado. No dejar en manos de cualquiera el destino de uno mismo y luchar por lo que le pertenece a uno como ser humano. Atreverse a pensar y protestar por lo que está fallando supone un riesgo, pues todo queda en suspenso y, mientras, uno debe poder aguantarlo. No obstante, es mucho más productiva la angustia de Heidegger, la del hombre auténtico que mira a la vida y la verdad de cara y las afronta, con todas sus luces, pero sobretodo, con todas sus sombras.
Sólo así la filosofía tendrá sentido y se convertirá en arma contra el adoctrinamiento y el adormecimiento que, hoy por hoy, invade el mundo. Sólo así podrá ser lo que realmente ha sido siempre, pero que se olvida, "un arma cargada de futuro" que puede enfrentarse al poder y los discursos establecidos.

sábado, 16 de junio de 2012

Resulta

Resulta que hoy me he enterado que el Calvario no lo padecen las familias que no llegan a final de mes. Resulta que el Calvario lo padece un señor desde hace unos días. Resulta que Dívar vive un Calvario desde que se supo lo de sus viajes a Marbella. Resulta que Dívar es quien va a tomar la decisión determinante. No lo echan, no dará explicaciones; resultará la semana que viene que se va "porque quiere", porque la situación es insostenible. Resulta que se nos olvida que esa situación inaceptable la ha creado él mismo, pero a él le toca decidir.

Resulta que yo ya no entiendo nada. Resulta que quiero salir de aquí sin mirar atrás. Resulta que los profesores de mi instituto están siendo perseguidos por la "inspectora", por llamarla de alguna manera, Nieves García. Resulta que un minero es un terrorista, pero Rato puede cobrar sus millones correspondientes. Resulta que la prima de riesgo ya no se llama Zapatero, pero sigue disparándose día tras día.

Resulta que no hemos tenido un rescate, sólo una "línea de crédito". Resulta que hay personas que viven siete veces mejor que otras en esta mierda de país. Resulta que el enemigo somos nosotros. Resulta que el gobierno no piensa, de momento, subir el IVA y bajar los sueldos; sólo de momento. Resulta, que la semana que viene se lo pensará mejor y sí, subirá y bajarán.

Resulta que estoy cansada de esperar a que lleguen los viernes. Resulta que ya no se puede apretar más el cinturón una persona que ya no puede hacerse más agujeros en él. Resulta que mañana no se podrá estudiar y, mucho menos, ponerse enfermo si eres mayor de 26 y no has cotizado. Resulta que si tienes cáncer o SIDA date por desahuciado, porque no tendrás medicamentos que puedan ayudarte; los recortes, ya sabes.

Resulta que nadie se queja y sólo esperamos un nuevo hachazo. Resulta que seguimos tomándonos cafés en los bares porque nadie nos ha advertido de que el rescate lo hemos de pagar. Resulta que no vivimos por encima de nuestras posibilidades, sólo malvivimos, hasta la semana que viene.


Resulta que todo esto me asusta, pero no tengo escapatoria. Resulta que, como el gobierno que padecemos, no tengo respuestas. Lo más grave es que de mí no dependéis ninguno y que de ellos dependemos todos. 

domingo, 10 de junio de 2012

Hasta las narices

Supongo que sí, que ya es un hecho: el esperpento ha vuelto a nuestras vidas y, por lo visto, para quedarse. Ya no hablo del no-rescate, sino de todo. La vida, cada vez menos digna de ser vivida, se abre huecos a codazos mientras nosotros, estupefactos, sólo sabemos dejarle sitio y no pedir ni siquiera un triste gracias.

Sí, lo sabemos, el Estado del Bienestar nos ha dejado para no volver (al menos, en mucho tiempo, de nosotros depende), la sanidad se va a convertir en lujo, casi tanto, como el comer. No hay trabajo, pero seguimos animando a once tíos corriendo detrás de una pelota (que, por cierto, nunca han de sentir la crisis); no hay alegría, pero seguimos conformándonos con un blues de saxo en un bar oscuro.

Seguimos como pollos sin cabeza, pero lo peor de todo es que los que nos dirigen están tan perdidos como nosotros. Ahora, España va a tener un rescate, pero diferente, una nueva técnica de "a ver cómo sale". Total, ¿qué hemos de perder? ¿La vida tal como la conocemos, cenar todos los días, trabajar hasta antes de no tener fuerzas para hacerlo? Eso no es nada, es que somos unos egoístas... Aún no hemos entendido que para que nosotros estemos bien, Europa, sea quien sea ella, debe estar mejor todavía.

Yo, ignorante, ilusa estudiante que mañana querrá un trabajo (ya ves, así de rara soy), me pregunto si realmente todo esta mierda merece la pena. Lo cierto es que no sé qué dirección tomar, a qué señal de tráfico hacerle caso. Algunas veces me encuentro con el Ceda, pero no estoy dispuesta a esperar a que nadie decida por mí. Otras, Stop me marca el día, ni que decir tiene que el "prohibido girar a la izquierda" hace ya meses que se ha convertido en una regla y de muy mal gusto, por cierto.

Sí, lo sé, no tengo respuestas. Sólo me quedan preguntas, quizá Max Estrella supiera sacarnos de aquí. Lo cierto es que sólo nos pide sacrificio a nosotros alguien que se va a ver a once tíos jugar porque, según cree él, ya está todo solucionado. Una señora que me da miedo dice que no va a haber rescate, pero al final lo ha habido; un calvo con los hombros muy grandes no sabe qué posición adoptar... Yo sólo sé que no sé nada, quizá ellos deban ser igual de sinceros, por una vez.

Sólo espero no tener que salir de aquí, no tener que esconder que vengo de un país de águilas, gaviotas y rosas que me avergüenza. Sólo quiero vivir y no, no por encima de mis posibilidades, sólo dignamente. Como tú, como todos. Bueno, como todos no... Hay once tíos que ganarán lo que sea, otro señor que va a verlos, un príncipe y su mujer que se abrazan con el empate...

Pero no te equivoques, ninguno de ellos son nosotros. 

"Te quiero"

Desnudez infinita ante unos ojos que no ofrecen la respuesta buscada. Segundos que amenazan con no terminar mientras se espera que una boca hable de nuevo.

Ya no valen los besos, caricias o abrazos; ha llegado el momento de los verbos y las acciones. Todo tendrá que ser demostrado y actuado. No obstante, por ahora, sólo sirven dos palabras que no terminan de llegar. 

sábado, 2 de junio de 2012

Luchas y derrotas

Ya no retumba el eco de los tambores, ya pasó la batalla y los combatientes volvieron a su puesto en las trincheras. La sangre derramada días atrás ya se ha secado y alguien se ha encargado de los heridos. Aunque no de todos.

A algunos las cicatrices les tardarán en salir porque las heridas fueron demasiado profundas. A algunos todavía les brota la sangre de tanto en tanto, como recuerdo de una guerra que se sabe perdida. En el fondo, no habrá cura para ellos; aunque, tal vez, se salven y consigan escapar de la muerte algunos años más.

Lo cierto es que la vida, de todos modos, ha terminado para ellos. Aquel dulce horror, escogido de una u otra forma, ya no se borrará de su memoria y con ellos viajará hacia la siguiente lucha. Tal vez, en la próxima contienda corran más suerte y sean ellos los que le arranquen y rompan el corazón a sus adversarios; pero siempre serán conscientes de que el suyo quedó parado un año, una noche o una hora de no importa ya hace cuánto tiempo.