martes, 31 de agosto de 2010

Volver

Casi siempre suele salir bien la vuelta, aunque haya días en los que cueste abrir los ojos. Todo parece volver a la normalidad poco a poco mientras nosotros nos acoplamos al cambio de ritmo. Volvemos a tener prisa, volvemos a tener la sensación de sueño que abandonamos por unos días rodeados de unas cañas y buenos amigos.
Volver siempre implica despedirse de algo y este año, en mi caso, va a ser una despedida sonada. Las calles de Valencia darán paso a los cármenes de Granada. El Miguelete sentirá envidia de la Alhambra y el gris de la ciudad cederá al blanco andaluz. El incienso llenará mi nueva habitación y la vida valenciana quedará reducida a unos días al mes.
En este septiembre la vuelta será diferente, como el calendario que espera ser usado duranto el nuevo año que empieza.

viernes, 13 de agosto de 2010

Al fin

He decidido tomarme esas vaciones para descansar de mí misma. Ya era hora.
Pero no te preocupes, me acordaré de abrir y cerrar los ojos para demostrar que hay vida dentro de mi cuerpo; les he pedido a los vecinos que me rieguen de vez en cuando bajo la ducha; cerraré todas las puertas para que no entre nada ni nadie; he dejado mis sueños al cuidado de mis padres y he tirado la llave al mar.
Me voy lejos... muy lejos de mí.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Ssssh...

Quizá Platón y Los Secretos tengan razón con eso de que "No tiene nada que decir, sobran palabras cuando se es feliz". En ese caso, quiero enmudecer para siempre.

domingo, 8 de agosto de 2010

Necesito vacaciones...

¿Para cuándo unas vacaciones y descansar de nosotros mismos?
¿Eh?

Café frío y cigarros

Me gusta tomarme los últimos tragos del café con leche cuando ya está frío, como símbolo de la vuelta a la realidad. Recuerdo cuando, de pequeña, veía a los adultos tomar café; sabía que era cosa de mayores y que para mí era terreno vedado. Ahora me doy cuenta de que el tiempo ha pasado de que los tomo de manera inconsciente y que me he hecho mayor.
Las cafeterías tienen ese no se qué que hace que el mundo se pare mientras estás en ellas. Lo mismo me pasa con los cigarros. Esos cigarros que fumas esperando ver salir el humo para poder quedarte mirando las formas que se van dibujando y desapareciendo. Al final, el humo desaparece y necesitas dar otra calada para ver formas nuevas y perderte mirando al techo para ver mejor las columnas de humo.
Por eso me gustan las cafeterías. Me gustan por el humo, por el café, por las conversaciones (que empiezan queriendo arreglar el mundo y acaban sin solucionar nada), me gustan por la gente con la que estoy y porque me siento yo estando allí dentro. Los minutos se convierten en una hora girando alrededor de un café.
Los cafés, los cigarros, las cafeterías... no dejan de ser formas a través de las que huyo. Otra forma de ocultar lo que verdaderamente escondo.