"Mañana me escribirás lo que no te atreves a decirme ahora", le decían a la Funambulista. No era eso, aunque también, la iban conociendo. Era, más bien, una necesidad de procesado de información y un controlar por dónde andaban los cables tendidos, dejar respirar y disfrutar los momentos intensos. Luego, vendría la lluvia.
Ya ha dicho que, entre miradas cruzadas, no sabe manejarse; pero, también es cierto, que iba haciendo sus pinitos en las últimas actuaciones. Cables y cuerdas, cintas y antifaces. Focos encendidos sin que ella sea consciente de ello y pida explicaciones absurdas. De ésas de dos y pico de la madrugada. Ojos que reconoces sólo si se cierran al reír, con todas esas pestañas, o te miran y piensan que no lo notas. Ojos que no son grandes, pero sabes que te recorren cuando hay un silencio y que te producen ganas de besar bocas, una en concreto. O de abrir la tuya. Que también tiene lo suyo. La Funambulista se guarda ese momento para ella. Disculpen las molestias.
Al final, iba a resultar que tenían razón. Necesitaba un tiempo y escribir, para poder reaccionar. Estaba contenta y, además, llovía.
Ya ha dicho que, entre miradas cruzadas, no sabe manejarse; pero, también es cierto, que iba haciendo sus pinitos en las últimas actuaciones. Cables y cuerdas, cintas y antifaces. Focos encendidos sin que ella sea consciente de ello y pida explicaciones absurdas. De ésas de dos y pico de la madrugada. Ojos que reconoces sólo si se cierran al reír, con todas esas pestañas, o te miran y piensan que no lo notas. Ojos que no son grandes, pero sabes que te recorren cuando hay un silencio y que te producen ganas de besar bocas, una en concreto. O de abrir la tuya. Que también tiene lo suyo. La Funambulista se guarda ese momento para ella. Disculpen las molestias.
Al final, iba a resultar que tenían razón. Necesitaba un tiempo y escribir, para poder reaccionar. Estaba contenta y, además, llovía.