miércoles, 26 de agosto de 2015

Besos deshilachados

Las Dos se levantaron contentas porque se habían encontrado con un par de noches; pero noches de ésas que te dan aire para aguantar mientras preparas la nueva actuación.  Como resumen. Con todo su ritual, no os penséis, aunque con algunas complicaciones.

La puerta esperándoles para entrar. Justo al lado, el perchero listo para sus bolsos. Mismo ritual, ya os digo (el que les gusta): sacar de allí móviles y tabaco para ocupar la esquina perdida de la cocina, ésa que recibe algo de aire si abres todas las ventanas. La misma a la que siempre decide caer el gancho del trapo de secar los platos. ¿Qué más? ¡Ah, sí! La encimera de la cocina seguía intacta, esperando a que se sentaran, además, el ventilador dispuesto para prolongar la noche lo que hiciera falta.

Las vacaciones acababan de terminar; por eso llevaban algo de comida y alcohol para reponer la nevera. ¡Novedad! Ahí es dónde empezaron las complicaciones. La cocina parecía no querer funcionar, y, justo, un par de días antes, el cable se había roto provocando que la Funambulista cayera de mala manera. Nada grave, sólo un dolor en las costillas inesperado. Siguieron. Querían estar allí, alegres y encantadas.

Allí se quitaron los vestidos azules y luego... Bueno, lo que pasó después no os lo voy a contar (me lo dijeron en confidencia). Sólo necesitáis saber que les despertaron unos "besos deshilachados", así los llaman ellas. Resulta que son  esos besos que te dan cuando a la otra persona le apetece, sin orden, y sólo por ganas. Que te erizan.


P.D. Cuando sea, però ranteret a l'orella

viernes, 7 de agosto de 2015

Sombrilla

Ayer dijiste que no te lo dirían, que esperarían a escribirlo. Tenías razón, lo diré yo. Aunque tampoco voy a decir nada que no hayan dicho ya, que no te hayan dicho.

Siguen con el cable y el trapecio preparado; huelen el café y siguen escuchando de fondo la Ser, aunque sea agosto. Han de reconocer que esas nuevas costumbres que tienes de no madrugar ayudan. Levantarse tarde un jueves, aunque haya obreros intentando que no lo hagas, tiene su aquél. Algún día entenderás que tomarse un café a la una también es bien.

Eres un pesado, las dos lo saben, incluso tú, pero haces que sea graciosa esa manera de preguntar. Les gusta. Como también les gusta ese fingir que se cansan y ponen los ojos mirando al cielo. Me han dicho que hasta seguir horarios (ellas, ya ves), tiene su punto. Sentarse sobre una encimera de cocina nunca fue tan divertido como cuando esperan que se haga la comida y el número privado que les brindas. Ahora se me cae un trozo de tortilla o se me olvida apagar la cebolla y, ellas, mientras, aprovechan un ventilador que lleva su nombre.

Ah, también tenéis ratos de playa. Sol, qué susto para ellas. Nudismo, qué susto para ti. Lo mejor es cuando entráis en las piedras y de fondo se os escucha, "ai, quin susto, tots en conill", pero seguís colocando la sombrilla.