jueves, 17 de mayo de 2012

Confesión 2.0

Pasan las horas y sigo esperando a que el tiempo me dé una oportunidad, me deje frenar un rato y reencontrar el motivo por el que llegué hasta aquí hace ya casi cinco años.

Hoy he tenido, espero (aunque no me lo creo), mi última clase de la carrera. Por lo visto, ya sólo tengo horas de estudio, trabajos por hacer y ocho asignaturas esperando su turno. Por lo visto, digo, me he hecho mayor, un ciclo parece que se cierra y el futuro, más incierto y desesperanzador para una estudiante (de filosofía) empieza a llamar a mi puerta. 

Hoy sólo intento recordar todo lo que me gustaba (y sigue gustándome, aunque me lo niegue) pasar las horas en clase como las de hoy. Da igual que sea Metafísica, Historia del Gusto, Estéticas de la Interpretación o Corrientes Actuales... Lo intento, pero no llego a verlo; no consigo sacarme esa nube negra de la cabeza, el agobio y las horas en balde de cara a los apuntes. Soy incapaz de recordar mi cara el primer día de cada curso, de cada asignatura o las ganas de todo que me entran en cada período de exámenes. 

Aunque también es cierto que, a veces, estalla la guerra, me vuelven recuerdos de los grandes momentos: gente que he conocido gracias a aquella decisión que tomé cuándo aún no se tiene edad para decidir. Por momentos, vuelvo a Granada, retrocedo al día que conocía a A. y la primera cerveza con ella o el primer pueblo. Recuerdo muchas otras cosas, demasiadas como para pensar que sólo han pasado en cinco años. 

Después de todo, he encontrado ese motivo. Por mucho que la gente dude (y yo misma lo haga algunos días), Filosofía fue la elección correcta. Ella me dio cinco años de mañanas de café y noches de cerveza; de horas de estudios llenas de descansos y horas ganadas a la vida. Al fin y al cabo, la carrera con más salidas de todas. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario