miércoles, 27 de octubre de 2010

Muerto el perro...

Mientras esperaba su llamada se encendió otro cigarro. Esperó y le dio una calada. Siguió esperando y el cigarro amenazaba con consumirse. Estaba a punto de acabarlo, las últimas columnas de humo se deshacían en el aire y fingió que ya no esperaba. Fingió ponerse en marcha, hacer cosas en casa y, mientras, el maldito teléfono seguía sin sonar.
Sin darse cuenta puso un CD. El equivocado, como siempre que ponía uno sin pensar. Siempre conseguía poner los que le ponían triste y esta vez no iba a ser una excepción.
De pronto, Ismael Serrano le decía que hiciera de todo, todo menos coger el teléfono maldito. Prefería que estuviera pendiente del goteo del grifo a que descolgara.
Se sentó en el sofá y se dejó llevar por la música; pero sabía que seguía esperando, así que encendió otro cigarro y apagó las luces para dejar unas velas sobre la mesa. Después respiró hondo y desconectó el teléfono.

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