viernes, 21 de mayo de 2010

Es la hora...

Seis de la tarde de un día cualquiera. Me dirijo a mi cita, la vida se acelera. Todo puede esperar menos lo que traigo entre manos. Me preparo, un fuerte suspiro me sale de dentro. Preparada. Siento que me adelanto a todo. Los peatones que me cruzo por la calle me molestan. Los aparto a empujones o simplemente los esquivo. Todo va mucho más lento de lo normal. Tal vez sea yo la que va demasiado deprisa. Pero tengo un motivo para ir rápido. Mi futuro me espera en sólo cinco minutos. Llego tarde. Acelero, casi corro. No puedo pasar, sé lo que está por venir. Giro una esquina. Me encamino por una calle. Más personas, más tráfico. Corro. Tengo que llegar a tiempo. Ojalá se parara el tiempo. Es el único que va más rápido que yo. Lucho corriendo. Respiro. Intento no pensar en el dolor de piernas. Sigo corriendo. Me quedan dos minutos de tiempo. Llego tarde. No sé si esperará. Acelero. Casi no veo a la gente con la que me cruzo. Sólo manchas que se mueven. Me ahogo, pero sigo corriendo. Un minuto, pero necesito cinco. Quiero llegar. Coger el futuro con las manos. Tocar. Sentir. Respiro. Respiro. Respiro. Es la hora. No llego. No he llegado. Me detengo. No puedo hacer nada. Respiro y me deshincho. Ya no merece la pena correr. Llego tarde. Se ha hecho tarde. Tarde como siempre. Tarde como nunca.

3 comentarios:

  1. Gracias por la visita. Jaja, seguro que sí. Tu texto: ¡qué ansiedad!

    ResponderEliminar
  2. Nunca es tarde. O eso espero. Y si resulta que sí que lo es de vez en cuando...pues no desesperemos, no nos queda otra.

    De todos modos, si es conmigo la cita, debes saber que por tarde que llegues, yo te espero.

    Un beso(te).

    ResponderEliminar
  3. Gràcies K, imaginava que en tu no anava a tindre problemes...Besets, bonica!
    M.

    ResponderEliminar